Molino Rojo y Fernet
Los Poemas Que No Encuentran Editor
de Conrado Yasenza
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DESTINO PAÍS
a mi padre Juan Antonio Yasenza.
estoico y firme ante la espera
de su cuerpo entregado a las mutaciones del tiempo
y finalmente a la fuerzas del ayer
rientados en dirección a esa mirada,
la del padre desconocido hasta hace poco
y ahora irremediablemente suyo,
hecho de vientos furiosos que él mismo amarraba
mediante arquitecturas y lozas
ofrecidas para el niño en su temor de intemperie,
todo un emporio ileso construido por el orfebre
en la soledad de su antigua pérdida
desdibujada en el recuerdo de una mano obrera
trabajando en madera el esqueleto de un coche presidencial
reclama en su apetito de enlace
los ojos de este otro niño que ha crecido
y supone que morir es casi igual al olvido
y siente que en su pecho se instala y aferra
una caravana de muertes que se niegan a pasear,
y el crecido sufre por las muertes que se olvidan
que han crecido y volverán a morir,
y el hombre que ha matado por primera vez
comprime el esternón y busca desesperadamente
alguna forma de fe que le devuelva el aire encanecido
para poder ocupar un cuerpo vacío de pingüinos replicados
e insinuar alguna distracción atenta a algo
El tiempo, los hijos, la vida con los días y sus tardes, los asados, las borracheras, los porros que fumamos al borde de la pileta mientras la bomba se atora, enloquece, por un poquito de ese humo; los amigos, un quincho, el amor, las risas, las sonrisas, unos viajes, los hijos creciendo, la música, yo haciendo música para ellos y para vos, la vida, los árboles, los cipreses, los eucaliptos y las magnolias, y nuestros perros, la madurez y las manos, y el amor, y el desamor a veces... los ojos, los aromas, la vida dura sin un mango, el amor sosteniendo, la noche en una mesa, mates para mí y libros a la espera de los ojos, besos al pasar, vos rondando por ahí, yo tratando de enamorarla a ella para enamorarte a vos y a otros tal vez, ella escurridiza, y vos pasás de nuevo casi sin darte cuenta, una caricia cuando el mate va hacia la boca, seguís de largo, los chicos por ahí, los perros jadeando con sincera tenacidad, quizás así nos muestren su alegría, el viento y la lluvia y esas goteras que no arreglamos nunca, la noche, el día temprano acariciándonos desde la ventana abierta a la brisa luego del rocío, yo viajando porque el trabajo me mata pero si no trabajo… todo lejos, cerca del campo cuando al regreso el aroma de la tarde se parece tanto a la felicidad, las sombras sin sombra del atardecer, nosotros recortados en esas sombras, el rocío que sube o baja y las alas del portón abiertas para que entre y todo vuelva a suceder, otra vez, cuando la luna es penetrada por algún astro cómplice.
Conrado Yasenza
Resumen de un día que no ha sido
Haiku
soy un poeta sin libro,
como un efímero clavel del aire.
Conrado Yasenza