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El pingüino imperial

 

 

 

 

 

a mi padre Juan Antonio Yasenza.

 

Como un pingüino imperial

estoico y firme ante la espera

de su cuerpo entregado a las mutaciones del tiempo

y finalmente a la fuerzas del ayer

es que viven mis ojoso

rientados en dirección a esa mirada,

la del padre desconocido hasta hace poco

y ahora irremediablemente suyo,

hecho de vientos furiosos que él mismo amarraba

mediante arquitecturas y lozas

ofrecidas para el niño en su temor de intemperie,

todo un emporio ileso construido por el orfebre

en la soledad de su antigua pérdida

desdibujada en el recuerdo de una mano obrera

trabajando en madera el esqueleto de un coche presidencial

el de Perón,

y aquel niño que no conozco

reclama en su apetito de enlace

los ojos de este otro niño que ha crecido

y supone que morir es casi igual al olvido

y siente que en su pecho se instala y aferra

una caravana de muertes que se niegan a pasear,

y el crecido sufre por las muertes que se olvidan

que han crecido y volverán a morir,

y el hombre que ha matado por primera vez

comprime el esternón y busca desesperadamente

alguna forma de fe que le devuelva el aire encanecido

para poder ocupar un cuerpo vacío de pingüinos replicados

e insinuar alguna distracción atenta a algo

que se asemeje a la vida.

 

Conrado Yasenza.

Haiku

 

soy un poeta sin libro,
como un efímero clavel del aire.

 

Conrado Yasenza

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