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En una estación de ferrocarril soviética

 

A Perla Sneh

 

 

 

Ella aún no lo sabe,

perfuma la tarde con inciensos y sándalos,

lucha con tenacidad por ordenar su jardín,

(¿lo habremos imaginado?):

una mata de voraces plantas carnívoras

la acecha,

se refresca y vuelve con mejores herramientas;

pero ella aun no lo sabe,

circulan torpezas nada elegantes

y pretenciosas disculpas:

no es maldad, ¡es el tiempo!

Pero es que en ciertas ocasiones

el tiempo es la medida del egoísmo, de la desesperanza;

decían en la vereda de una vieja cuadra;

que la lengua no tiene huesos pero rompe huesos,

cuando es taimada y delatora;

que vivir exige dice Mastronardi,

y ella solita puede mandarnos al cadalso,

porque ni las palabras ni lo escrito o dicho

se pierde:

No sea irónico en su solitaria lectura política,

si no respira bien, o si le ha costado aprender y no lo ha hecho,

que ella viene con un poema sin adjetivos

que es como se hace la poesía.

No rompa esos huesos que la lengua

vuelve extranjeros:

hay allí una felicidad erizada,

y ella aun no lo sabe,

aunque ha escuchado las canciones y leído los poemas

y Marina Tzvetáieva, que espera un tren que la llevará al exilio,

escucha a ese hombre (es del régimen) que le dice en voz baja: Habrá un chekista en su vagón. Cuide su lengua…

 

 

 

Conrado Yasenza

 3 de diciembre de 2013

Haiku

 

soy un poeta sin libro,
como un efímero clavel del aire.

 

Conrado Yasenza

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